sábado

Carta para cuando ya no me acuerde de nada

Estimada Ara de ochenta años, por si no recuerdas esta historia, te la dejo anticipadamente, para cuando estés solita como muro, como trapo, puedas leerla. Te quiero.

Tú tenías 17 años, él tenía 20. Acuérdate que lo conociste en una tocadita punk. Te ofreció mota, dijiste que no porque todo te daba aún miedito. Después conociste a Jair y al Pou. Hace poco (poco desde esta edad de 23 años) te encontraste a Jair pero ya no te reconoció porque ahora usas zapatos con moño y no esos terribles tenis viejos, ahora usas vestidos y no jeans rotos y ahora traes el cabello cortito y no el cabello alborotado, supongo que tampoco te reconoció porque estaba muy drogado.
 
Acuérdate del Tigre, (el que conociste en la fiesta punk), qué bonitos ojos tenía, azules, qué pinche guapo era, alto, acuérdate de los poemas que recitaba mientras iban rumbo a tomar el camión. Acuérdate que se subían a los camiones a cantar junto con el Pou y el Jair y que a ti te tocaban los bongos y que el Pou siempre amenizaba el camión con un preludio tal como:
 
“Esta su emisora favorita, procede a tocarle los mejores éxitos del Café Tacvba (o de los Beatles según el caso).”
 
Y que a veces hasta doscientos pesos en nomás cuatro camiones y que con el dinero compraban comida y todos se iban a pasar la noche a la casa del Tigre (que nada más era un cuarto, un colchón arrumbado y una revista play boy de los setentas) y escuchaban los poemas del Tigre donde te llamaba “niña luz o niña sombra” o a veces nomás a escuchar rolitas de los Tacubos o las de la Maldita

Recuerda cuando el Tigre justo antes de subir al camión te preguntó ¿quieres ser mi chica? y tardaste dos camiones en contestarle y durante los dos camiones nomás lo veías con la mirada atorada y escuchándole la voz recia, viéndole los ojotes azules. Bajaste, dijiste oye, pues no sé de qué trata pero sí. 
  
Y esto lo escribo de esta forma, Ara de ochenta años, para que te acuerdes del primer besote que se dieron mientras arrancaba el camión. Cuando pienso en ese beso de inmediato digo “agua”, no sé, azul, yo creo.
 
Los dejaste de ver a todos, al Tigre y volviste a la escuela.
 
Yo, la Ara de 23, pienso en el Tigre.
 
La otra vez una ex compañera de la prepa me dijo que lo vio tocando en el metro. Recuerdo sus poemas, pero más bien quisiera recordarlos mejor y que me pregunte de nuevo por qué me parezco a la noche o esas cosas que me gustaban mucho. Le invitaría un café, le pediría que me contara sus historias y quizá sí, esta vez sí dormiría a su lado. Pero un día nada más, porque de nuevo tengo que llegar a la escuela.

Señora Ara de ochenta años o de setenta o de la edad en que ya no recuerde esto: espero que ya con todos esos años haya encontrado a quien bien la quiera.
 

3 comentarios:

B.R. dijo...

oww, que bonito, Arísima. Tienes un cerebro bien chida, soy fan. Seguro que te lo dicen siempre pues, y seguro otras lo envidian.

y estem, no sé realmente si deba despedirme, o mejor dicho cómo despedirme de este comentario, que más que comentario parece, no sé, alguna otra cosa que no es precisamente un comentario. Entonces, tal vez debí haber dejado de escribir antes de ese Entonces, y no mencionar que no quise escribir Adiós, o babai, o adiosín, adéu, chaito. Por distintas razones en las que no ahondaré, pero sí mencionaré que al final, cada una desemboca en un asco irracional. Sí, asco irracional, me parece una buena elección de palabras para terminar este mensaje. :)

Bueno, ya qué, adiós, Arísima! :D

Kenneth Moreno May dijo...

hermoso

Ana Barrera dijo...

Ojalá que encuentres esta carta cuando sea el momento preciso.