lunes

De pantitlán en adelante

Línea amarilla del metro


Mi vida la mayoría de veces es inmóvil y aburrida; camino mucho, ando mucho en el metro, he visto demasiado por todas las ventanillas de todos los camiones que he tomado de mi casa al metro y al revés.

Siempre escucho a los locos, por ejercicio, por curiosidad, por ganas de saberles todo. Cuando se suben al metro y regalan cátedras inservibles de vida que a nadie importan, yo los escucho, a veces los miro pero otras veces no, eso depende del loco.



Una vez un señor como de setenta años iba hablando en voz alta algo muy triste acerca de sus tierras perdidas y terrenos que el gobierno le había quitado, hablaba como regañándonos a todos, como culpándonos un poco y también teniéndonos pena “a ustedes todo les vale madres” decía y yo apagué el aipod y lo veía con interés, con curiosidad de nieta sin abuelo queriendo encontrar un abuelo en ese señor. Lo malo es que se dio cuenta de que lo estaba observando y me gritó muy enojado “a usted aunque esté bonita no le voy a dar un terreno”, me dio pena, risa, tristeza, todo, sólo dije “ayyy” como niña triste, un muchacho se rió de mí y ya mejor le subí el volumen al aipod.



Quien sabe, la otra vez otro viejito se subió en pantitlán en la línea amarilla y empezó a hablarnos del alma “el alma es la sangre del cuerpo, sin alma no hay espíritu” y con toda la seriedad del mundo cantó un pedazo de la rola de Agustín Lara “amor de mis amores” y nos dijo que esa canción realmente nos hablaba del espíritu. Yo iba leyendo un libro y en el justo instante de la rola, nos quedamos viendo un muchacho y yo con la incomprensión de dos simples usuarios que aprietan la panza para no cagarse de la risa. Nos cagamos de la risa, inevitable el asunto…


Poniendo la mano sobre el corazón

Quisiera decirte al compás de un son

Que tú eres mi vida

Que no quiero a nadie

Que respiro el aire, que respiro el aire que respiras tú



Después recordé que ese morro estudia en el CINVESTAV, pero bueno, lean:



Amor de mis amores

Sangre de mi alma

Regálame las flores de la esperanza



el caso es el viejito nos platicaba del alma y que cada vez que pronunciaba “alma” abría la mucho boca, gesticulando toditas las letras de la palabra  y moviendo impetuosamente la lengua al mismo tiempo que abría más los ojos. Después nos explicaba esa parte de la rola, y nos decía que realmente la sangre era el alma. Creo que ya lo repetí. Cosa chistosa.


El viejito se veía feliz de platicarnos de la sangre y del corazón. Al final no supe si estaba pidiendo dinero, al final quise darle dos pesos pero me sentí rara, pensé que tal le doy varo y me manda al pito diciéndome que no mestaba pidiendo ni madres, que sólo busca que yo encuentre mi alma. Vergas. Uno nunca sabe. Pero le hubiera dado, qué tal y no tenía para comer.


A los que sí les doy dinero es a los chavos que suben con timbales o con música bonita. Un día se subieron unos tipos tocando cumbias colombianas ¡el acordeonazo, mai! Wow, yo andaba escuchando a Xiu Xiu o una mariconería así y mejor me quité los audífonos y no pude evitar sonreír al escuchar el buen bajo que le ponían a la cumbia bom-bom-bom y pos yo así sin más, valiéndome pito la gente, empiezo a mover los hombros y los pies. Una cosa bonita, es decir, después de escuchar a tanta chaviza con ínfulas de rockstars cantando los mismos greites jits de los bicles, pues escuchar un buen acordeón , ay, es que a mí sí me pone.

Les dí cinco pesos. ¿Quiobo?



Hay una señora que se sube en la misma línea, ahí por metro misterios. Trae un bebé en una carriola , una guitarra en la espalda y canta canciones como “la gente rumora que alguien en el pueblo está estrenando amante”. Chale. Pura rola triste. Yo no quisiera que la gente me rumorara de tus amantes, wey. Sufro. Canta chido, le doy también cinco pesos. Así sí.



En el camión que tomo, a veces se sube un morro sombrerudo. Tendrá como28 años el wey, se sube con su novia o su hermana, no sé, pero ambos tienen una voz verguda, o sea chingona. Lo más padre es que bueno, siempre cantan rolas tristes y siempre se suben cuando yo ando madreadona de la víscera roja relativa absoluta agitada. La otra vez tocaron una norteña bien cabrona, no recuerdo qué decía pero se ajustaba tanto a mi sentir que me puse a chillar. ¿Qué, tengo que darte dinero por hacerme chillar? Pues sí, lo confieso: le pagué cinco pesos a un hombre por hacerme llorar. Eso no fue un buen negocio.



Les dejo la rolita de Lara:


 


FIN

5 comentarios:

Áurea O. León dijo...

Me gusta este pedazo.

(¿o es que acaso es un blog?)

Igual me gusta. Mucho. Sí, claro. Me encanta.

Bésame.

Áurea O. León dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

No, mames, de huevos, me encanta leerte, Arita, me gustó mucho aunque el Beso sigue estando en el top de mi favstar corazonal.

Te quiero mucho.

Porcu.

Evarista Tragedia dijo...

Arita. Chulísima de la A a la Z. Te juro que me dieron ganas de salir corriendo al metro.

Pinche emoción, pinche sabiduría, weeee. Love it. Te besé.

Victor J. dijo...

Que chingon escribes, me enamoran tus palabras.